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EL DISCRETO Y CUTRE ENCANTO DE LA SERIE Z

 


EL DISCRETO Y CUTRE ENCANTO DE LA SERIE Z

 

En apenas dos horas se agotaron las entradas del Centro Cultural de la Casa del Reloj para asistir al segundo Festival de Cine Cutre de Madrid, la Cutre-Con. La tentación de asistir a una muestra desvergonzada de lo mejor del cine más malo nunca hecho era demasiado fuerte como para resistirse. Una versión hindú de Drácula (‘El vástago de Drácula’), una sci-fi mexicana de aliens contra mariachis (‘La nave de los monstruos’, 1960) o un slasher ochentero con todos los tópicos del género (‘No vayas al bosque sola’, 1981) eran algunos de los reclamos de la cita.

 

 

Aunque hoy en día sean algo más accesibles gracias a Internet, estas pequeñas joyas en bruto del cine trash siempre han sido un codiciado objeto de deseo entre las estanterías más polvorientas de los videoclubs y siguen levantando tanta fascinación como ese accidente de tráfico del que no podemos apartar la vista cuando vamos por la carretera.

 

Pero ¿a qué se debe que otorguemos tanto beneplácito a una película que no atiende a los cánones cinematográficos? Una película que carece de una producción sostenible, de un guión lógico, de una realización eficiente, que está mal montada y a menudo hasta desencuadrada y cuyos actores parecen sacados de su hora de descanso en el Wallmart, una película así no es mala por ello, como mucho cutre. Es mala, eso sí, cuando ha costado una fortuna y probablemente el trabajo y la carrera de sus responsables. Pregunten sino a George Clooney, que aún le tiemblan las piernas cuando oye hablar de ‘Batman & Robin’ (Joel Schumacher, 1997).

 

 

Curiosamente, si buscamos en Google una lista de las peores películas de la historia nos encontraremos a menudo con este título que costó más de 125 millones de dólares. Sin embargo no encontraremos esa otra muesca en la filmografía del bueno de George, pero de la que seguro se siente más orgulloso: ‘El retorno de los tomates asesinos’ (John de Bello, 1988), una descacharrante película que ni siquiera se preocupa en repetir tomas cuando sus actores miran a cámara desconcertados.

 

Hoy en día, la siempre recicladora cultura pop ha puesto en un lugar de honor éste y otros títulos que durante mucho tiempo llevaron injustamente el estigma de ser “malas películas”, como ‘Plan 9 del espacio exterior’ (Ed Wood, 1956), ‘La noche de los muertos vivientes’ (George A. Romero, 1968) o ‘Bad Taste’, (Peter Jackson, 1987).

 

 

La urgencia de los rodajes (que muchas veces se encontraban en un limbo legal) y la falta de experiencia de actores y realizadores hicieron que muchas de estas películas fueran ensombrecidas por las superproducciones, cuando en realidad eran fantásticos ejercicios de microeconomía.

 

Ejemplos vivientes de esa enfermedad febril por hacer cine a un ritmo incombustible y con cuatro duros hay muchos, pero ninguno como el del recientemente oscarizado Roger Corman, que encabalgaba varias películas en un solo año consiguiendo clásicos de culto como  ‘El hombre con rayos X en los ojos’ (1963) y ‘El Terror’ (1963) al tiempo que le producía a Francis Ford Coppola su opera prima (‘Dementia 13’, 1963) y que supo reciclarse para continuar con suculentas producciones de bajo presupuesto  en el mercado doméstico y de la televisión (de las que podríamos contar hasta medio centenar de títulos desde entonces).

 

 

Incluso en España tenemos a nuestro propio Corman en la figura de Jess Franco, que reutilizaba al equipo técnico e incluso los decorados de sus películas para realizar varias producciones en un mismo año logrando desde clásicos como ‘Necronomicón’ (1968) y ‘Fumanchú y el beso de la muerte’ (1968) hasta engendros terroreróticos como ‘La hija de Drácula’ (1972) o ‘El ataque de las vampiras’ (1973).

 

 

Pero si hay un nombre que merece llevarse la palma de la Serie Z, éste no es el nombre de una persona, si no de una productora: Troma Entertaiment. Una empresa independiente aún en marcha, encargada de sacar adelante títulos de bajo presupuesto como ‘El vengador tóxico’ (Lloyd Kaufman & Michael Herz, 1984).

La aparición de la Troma en 1974 a manos de los propios directores de ‘El vengador tóxico’ no deja de ser una paradoja varias décadas después que las grandes productoras desestimaran realizar subproductos baratos de ciencia ficción con tintes propagandistas como ‘Ultimátum a la Tierra’ (Robert Wise, 1951) o ‘La invasión de los ladrones de cuerpos’ (Don Siegel, 1956); dejando barra libre a fan-films ávidos de rendirles su propio homenaje.

 

 

La Troma aparecería en un momento clave tras dos décadas eyaculación cinematográfica descontrolada. Pero no dos décadas cualesquiera, no, dos décadas en las que nuevos géneros de explotación se habían abierto camino de la mano de un espía británico (‘James Bond contra el Dr. No’, 1962), de heroínas espaciales (‘Barbarella’, 1968), de vengadores afroamericanos callejeros (‘Shaft’, 1971) e incluso de un experto en artes marciales llamado Bruce Lee (‘Furia Oriental’, 1972). Por no hablar de un género, el de terror, que ya no se conformaba con lo implícito (‘La matanza de Texas’, 1974). Demasiado bueno para ser verdad.

 

Versiones de toda índole y de todas las nacionalidades empezaron a proliferar generando producciones en la sombra que, con el paso de los años, se han convertido en verdaderos objetos de coleccionista. Si Drácula era negro y vivía en el Bronx, ¿por qué no podía tener un hijo en India? Si Bruce Lee se liaba a tortas con Chuck Norris en el Coliseo, ¿porqué no enfrentar a ninjas contra extraterrestres? Pero lo mejor de todo era que “si esta película me la he pagado yo, ¿por qué no puedo hacer lo que quiera?”

 

 

La explosión del video doméstico hizo el resto. Y títulos demenciales de la Troma como ‘Los surfistas nazis deben morir’ (Peter George, 1987) o ‘El condón asesino (Martín Waltz, 1996) supervivieron gracias al boca a boca a pesar de haberse estrenado, a veces incluso, en salas comerciales.

 

Y daba igual que en la sala de al lado proyectasen ‘Alien’ (Ridley Scott, 1979), que ya se encargaría Corman de hacer su ‘La Galaxia del Terror’ (Bruce Clark, 1981), o que el director de ‘La Matanza de Texas’ se rindiera a Spielberg para hacer ‘Poltergeist’ (Tobe Hopper, 1982), que ya aparecería todo un subgénero de casas encantadas encabezadas por ‘Una casa alucinante’ (Steve Miner, 1986), y si el rey Midas doblaba la apuesta con una de ‘Gremlins’ (Joe Dante, 1984) anda que no iba a ser por muñecos atrofiados con mala leche como los ‘Hobgoblins’ (Rick Sloane, 1988).

 

 

Por no hablar del terror, que corría absolutamente desbocado como un pistolero puesto de coca hasta las cejas en una especie de far west psicodélico: ‘Holocausto Caníbal’ (Rugero Deodato, 1979), ‘Posesión Infernal’ (Sam Raimi, 1981), ‘El regreso de los muertos vivientes’ (Dan O´Bannonm, 1985), ‘Braindead’ (Peter Jackson, 1991), son solo algunos ejemplos.

 

Es en este momento, en la llamada Segunda Edad de Oro de Hollywood cuando muchos de estos talentos tienden hacia la Meca del Cine, pero también cuando más proliferan los subproductos de Serie Z. Hacer ahora una peli cutre, como diría Jessica Rabbit, “no es que sea mala, es que me han dibujado así”.

 

 

Y para encontrar una película tendenciosamente cutre habrá que hacer un arduo ejercicio de investigación en rastrillos y bazares orientales (y ojo que no es difícil, incluso los ‘Power Rangers’ cabrían en esta catalogación). Sin embargo no hace falta irse muy lejos, y podemos decir orgullosos que uno de los títulos más significativos de la Serie Z de este momento se la debemos a un español. ‘Karate a muerte en Torremolinos’ (Pedro Temboury, 2003) se desmarca antes incluso de la explosión de Internet y las redes sociales, cuando ya no es difícil encontrar cualquier película de Bollywood protagonizada por una suerte de Batman luchando contra extraterrestres. En plena era “Torrente”, ésta es una peli cutre porque sí, con un argumento que mezcla a surfistas, karatekas, brujos, zombies y monstruos del océano en pos de la destrucción del mundo. Baste decir que la segunda película de su director (‘Ellos robaron la picha de Hitler’, 2006) incluso se permitía un cameo del padre de la Serie Z española: Jess Franco.

 

 

Mientras tanto, Corman tiende hacia las producciones baratas de televisión (que al fin y al cabo es como hacer aquellos productos de Serie B para las mayors en los cincuenta para rellenar) y se las gasta con órdagos tan incatalogables como salivantes (‘Sharktopus’, 2010).

 

El resto está en Internet, en la multitud de fan-films, videos amateur y producciones de bajo presupuesto que muchas veces plagian las ideas de los grandes estudios de Hollywood para rehacerlas… ¡peor! Entonces ¿porqué mirar ese desastroso accidente de tráfico? Bueno, existe en YouTube un corto que se llama ‘Batman contra aliens y depredadores’… y luego está ‘Batman & Robin’.

 

Vean, juzguen y comparen… Uno es gratis, lo otro es un timo. Y la Cutre-Con era gratis, así que…


UC (Manu Cabrera).